domingo, 2 de octubre de 2016

Tres rostros de la exclusión en Guatemala (Ciencias Sociales)

         Tres rostros de la exclusión en Guatemala
Guatemala es un país donde crecimos respirando, ejerciendo, sufriendo o, ejerciendo y a la vez sufriendo exclusión de todo tipo. Por esa razón, con frecuencia negamos la existencia de dicha práctica en nuestro país.
ME referiré en esta ocasión a tres rostros muy comunes de la exclusión en Guatemala: La militar, la religiosa y la académica.
La antinomia oficial ladino-soldado indígena ha existido desde que Rufino Barrios fundó el ejército y, no solamente en el ejército regular se dio dicho contraste, también fue estructura de los ejércitos insurgentes donde el responsable era ladino y el combatiente indígena. Por supuesto, cuando se precisó, hubo lo que algunos sociólogos han llamado el indio necesario. Para muestra un botón, entre quienes firmaron los Acuerdos de Paz no hubo uno solo que ostentara un apellido perteneciente a un grupo sociolingüístico maya, xinca o garífuna. No obstante, por ellos lucharon unos y a ellos defendieron otros.
El estamento religioso no se queda atrás. Aquí, el contraste católico es: obispo ladino y algunos presbíteros indígenas, los más, son provenientes de familias mestizas empobrecidas; en el grupo evangélico, la discordancia dependerá de la denominación, pero, los templos citadinos están en manos de pastores ladinos y los de pueblo en manos de pastores indígenas y casi siempre, los superintendentes son cuando menos mestizos. En lo mega templos capitalinos, ni soñar con un pastor indígena.
La academia está en la misma ruta. En tres siglos de presencia en Guatemala jamás ha habido un Rector indígena y solamente la Universidad Rafael Landívar ha abordado con seriedad el tema de la interculturalidad. Igualmente,  su lucha frontal contra el olvido histórico es incuestionable.
La práctica de la exclusión está muy enraizada en nuestra sociedad. Nunca faltan en los tres estamentos aquellas personas quienes, cuando tienen la oportunidad, sutilmente sacan a relucir lo suyo: Aquel mezquinito que muy adentro del corazón les recuerda que son ladinos y no indios y, en el entretanto, lastiman y se hieren a sí mismos porque el mal no provee bien.
De la exclusión (racial, económica, política, etc.) nos tenemos que liberar. Es una cadena oprobiosa que nos ata y no nos permite ser felices. Aún se escuchan en nuestra sociedad estribillos que solamente genera la miseria humana. Conozcámoslos. En el norte de Guatemala: Pobre pero no indio; en las fincas cafetaleras, especialmente después de que Ubico instituyó el trabajo forzado y la Ley de Vialidad: Indio y zanate, manda la ley que se mate; en el occidente del país y algunas regiones circunvecinas de México: Indio, perico y poblano, no los toques con la mano, tócalos con un palito porque son animal maldito. Con el “poblano”, se están refiriendo al mestizo empobrecido no al originario de Puebla de los Ángeles. En el sur-oriente, particularmente en las fincas cañeras de Santa Rosa: Indio de puro, ladrón seguro… Y así, una larga enumeración de horrores —que no otra cosa son—.
Un jesuita me dijo recientemente: “Dios sabe —según Ignacio—, que el hombre no se ha liberado. ¿Qué hace Dios? La respuesta es: Nos regala su discernimiento”.
Ese discernimiento nos permite visualizar dos núcleos de la razón cuyo ejercita miento nos permitiría remontar esas vergonzosas actitudes: La identidad y la alteridad. Pero también, estos elementos manifiestan una sintomatología muy propia cuando son alcanzados por la exclusión.
De la identidad se ha tratado en abundancia. No obstante, me permito recordar que en muchos grupos poblacionales no quieren que sus descendientes hablen su lengua franca y en el mestizaje, es común esconder el apellido maya y resaltar el ladino. Es que, en esa falta de identidad, como dijo en una conferencia el Dr. Carlos Guzmán Böckler: “No queremos vernos al espejo”.  Malos síntomas estos.
La alteridad es el reconocimiento del otro, de su dignidad como persona, de su condición de igual y nos evita esa terrible incoherencia entre ser y no ser; y, si actualmente carecemos de identidad, mucho más nos falta la práctica de la alteridad: la búsqueda del otro aún entre nosotros mismos. Reconocer y amar al otro y establecer un diálogo permanente con él.
La sintomatología de los tres estamentos se refleja en toda la sociedad: ¿A dónde iremos a parar cuando nuestras clases socioeconómicas high buscan a toda costa un nexo sanguíneo europeo (“aunque sea por violación” dijo un médico malcriado), las clases medias tratan de emigrar hacia el sueño americano y los núcleos poblacionales fronterizos —en su mayoría pobres— hablan como mexicanos?
Indudablemente, en nuestra patria, tenemos que comenzar a construir el amor.
EXCLUSIÓN: LA SITUACIÓN DE DESVENTAJA DE PUEBLOS INDÍGENAS
En Guatemala, según la Constitución Política de la República, todos somos iguales. . . pero no estamos iguales. Manuel Salazar Tezagüic, Maya, Ministro de Cultura y Deportes. (comentario al artículo 4 citado por la Comisión Presidencial contra la Discriminación y el Racismo contra los Pueblos Indígenas en Guatemala (2003) La exclusión económica, social y política en Guatemala está influida por una serie de factores, entre los cuales se destacan el ingreso, la etnicidad, el área de residencia, el género y la edad. La concentración de los ingresos es muy alta; el 64% de los ingresos es absorbido por el quintil más rico y el 1.7% por el quintil más pobre. En consecuencia, la pobreza afecta a la mayoría de la población que asciende a 11.2 millones. El 57% de los hogares está en situación de pobreza y 21.5% en pobreza extrema. La distribución espacial en áreas urbanas y rurales incide en el acceso a oportunidades de desarrollo humano. Por cada 100 habitantes, seis viven en áreas rurales donde se acentúa el empleo precario, la falta de servicios básicos y la vivienda de baja calidad. Las desventajas también son más marcadas entre la población indígena, las mujeres y grupos de edad particularmente vulnerables tales como niñez, juventud y adultez mayor.

En el cuadro 2 se presentan indicadores seleccionados de exclusión económica y social por etnicidad.
Estos indicadores muestran la situación de desventaja en la cual se encuentran mayas, Xinka y garífunas frente a la población no indígena. Según los datos cuantitativos, las personas indígenas perciben en promedio aproximadamente la mitad del ingreso mensual de las personas no indígenas. Tienen menos acceso a ocupaciones profesionales y técnicas y absorben una proporción mayor del trabajo no calificado. En consecuencia, los niveles de pobreza les afectan más. Por cada 10 hogares indígenas, siete están en situación de pobreza, y de estos siete, tres padecen pobreza extrema. En el campo de la salud, las tasas de mortalidad infantil al nacer y durante los primeros cinco años de vida son más altas para la población indígena. La brecha en cobertura de todas las vacunas2 en niños y niñas de un año es 1.9%. La tasa de desnutrición crónica total en niños y 1 SNU, Informe nacional de desarrollo humano 2003, p. 225. Sistema de Naciones Unidas (SNU) Informe Nacional de desarrollo humano 2000, p. 13-14 2 BCG, DPTI, DPT2, DPT3, Polio I, Polio 2, Polio 3, Sarampión. Niñas indígenas menores de cinco años duplican a la de niños y niñas no indígenas. Y en el caso de la mortalidad materna, la tasa para las madres indígenas casi triplica la tasa para las madres no indígenas (Sistema de Naciones Unidas, Informe nacional de desarrollo humano 2003: 227,228, 265,266 276, 281,282) Adaptado de: Asturias de B., L. (2004), Diversidad Cultural y Lingüística de Guatemala, Guatemala: UNESCO.

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