Teoría de la panspermia.
Según
esta hipótesis, la vida se ha generado en el espacio exterior y viaja de unos
planetas a otros, y de unos sistemas solares a otros. El filósofo griego
Anaxágoras (siglo VI a.C.) fue el primero que propuso un origen cósmico para la
vida, pero fue a partir del siglo XIX cuando esta hipótesis cobró auge, debido
a los análisis realizados a los meteoritos, que demostraban la existencia de
materia orgánica, como hidrocarburos, ácidos grasos, aminoácidos y ácidos
nucleicos.
La
hipótesis de la panspermia postula que la vida es llevada al azar de planeta a
planeta y de un sistema planetario a otro. Su máximo defensor fue el químico
sueco Svante Arrhenius (1859-1927), que afirmaba que la vida provenía del
espacio exterior en forma de esporas bacterianas que viajan por todo el espacio
impulsadas por la radiación de las estrellas.
Dicha
teoría se apoya en el hecho de que las moléculas basadas en la química del
carbono, importantes en la composición de las formas de vida que conocemos, se
pueden encontrar en muchos lugares del universo. El astrofísico Fred Hoyle
también apoyó la idea de la panspermia por la comprobación de que ciertos
organismos terrestres, llamados extremófilos, son tremendamente resistentes a
condiciones adversas y que eventualmente pueden viajar por el espacio y
colonizar otros planetas. A la teoría de la Panspermia también se la conoce con
el nombre de ‘teoría de la Exogénesis’, aunque para la comunidad científica
ambas teorías no sean exactamente iguales.
La
panspermia puede ser de 2 tipos:
– Panspermia interestelar: Es el intercambio de formas de vida que se produce entre sistemas planetarios.
– Panspermia interplanetaria: Es el intercambio de formas de vida que se produce entre planetas pertenecientes al mismo sistema planetario.
– Panspermia interestelar: Es el intercambio de formas de vida que se produce entre sistemas planetarios.
– Panspermia interplanetaria: Es el intercambio de formas de vida que se produce entre planetas pertenecientes al mismo sistema planetario.
La
explicación más aceptada de esta teoría para explicar el origen de la vida es
que algún ser vivo primitivo (probablemente alguna bacteria) viniera del
planeta Marte (del cual se sospecha que tuvo seres vivos debido a los rastros
dejados por masas de agua en su superficie) y que tras impactar algún meteorito
en Marte, alguna de estas formas de vida quedó atrapada en algún fragmento, y
entonces se dirigió con él a la Tierra, lugar en el que impactó.
Tras el
impacto dicha bacteria sobrevivió y logró adaptarse a las condiciones
ambientales y químicas de la Tierra primitiva, logrando reproducirse para de
esta manera perpetuar su especie. Con el paso del tiempo dichas formas de vida
fueron evolucionando hasta generar la biodiversidad existente en la actualidad.
La Teoría del Big Bang
El Big
Bang, literalmente gran estallido, constituye el momento en que de la
"nada" emerge toda la materia, es decir, el origen del Universo. La
materia, en el Big Bang, era un punto de densidad infinita que, en un momento
dado, "explota" generando su expansión en todas las direcciones y
creando lo que conocemos como nuestro Universo.
Inmediatamente
después del momento de la "explosión", cada partícula de materia
comenzó a alejarse muy rápidamente una de otra, de la misma manera que al
inflar un globo éste va ocupando más espacio expandiendo su superficie.
Los
físicos teóricos han logrado reconstruir esta cronología de los hechos a partir
de un 1/100 de segundo después del Big Bang. La materia lanzada en todas las
direcciones por la explosión primordial está constituida exclusivamente por
partículas elementales: Electrones, Positrones, Mesones, Bariones, Neutrinos,
Fotones y un largo etcétera hasta más de 89 partículas conocidas hoy en día.
En 1948
el físico ruso nacionalizado estadounidense George Gamow modificó la teoría de
Lemaître del núcleo primordial. Gamow planteó que el Universo se creó en una
explosión gigantesca y que los diversos elementos que hoy se observan se produjeron
durante los primeros minutos después de la Gran Explosión o Big Bang, cuando la
temperatura extremadamente alta y la densidad del Universo fusionaron
partículas subatómicas en los elementos químicos.
Cálculos
más recientes indican que el hidrógeno y el helio habrían sido los productos
primarios del Big Bang, y los elementos más pesados se produjeron más tarde,
dentro de las estrellas. Sin embargo, la teoría de Gamow proporciona una base
para la comprensión de los primeros estadios del Universo y su posterior
evolución. A causa de su elevadísima densidad, la materia existente en los
primeros momentos del Universo se expandió con rapidez. Al expandirse, el helio
y el hidrógeno se enfriaron y se condensaron en estrellas y en galaxias. Esto
explica la expansión del Universo y la base física de la ley de Hubble.
Según
se expandía el Universo, la radiación residual del Big Bang continuó
enfriándose, hasta llegar a una temperatura de unos 3 K (-270 °C). Estos
vestigios de radiación de fondo de microondas fueron detectados por los
radioastrónomos en 1965, proporcionando así lo que la mayoría de los astrónomos
consideran la confirmación de la teoría del Big Bang.
Uno de
los grandes problemas científicos sin resolver en el modelo del Universo en
expansión es si el Universo es abierto o cerrado (esto es, si se expandirá
indefinidamente o se volverá a contraer). Un intento de resolver este problema
es determinar si la densidad media de la materia en el Universo es mayor que el
valor crítico en el modelo de Friedmann.
La masa
de una galaxia se puede medir observando el movimiento de sus estrellas;
multiplicando la masa de cada galaxia por el número de galaxias se ve que la
densidad es sólo del 5 al 10% del valor crítico. La masa de un cúmulo de
galaxias se puede determinar de forma análoga, midiendo el movimiento de las
galaxias que contiene. Al multiplicar esta masa por el número de cúmulos de
galaxias se obtiene una densidad mucho mayor, que se aproxima al límite crítico
que indicaría que el Universo está cerrado.
La
diferencia entre estos dos métodos sugiere la presencia de materia invisible,
la llamada materia oscura, dentro de cada cúmulo pero fuera de las galaxias
visibles. Hasta que se comprenda el fenómeno de la masa oculta, este método de
determinar el destino del Universo será poco convincente.
Muchos
de los trabajos habituales en cosmología teórica se centran en desarrollar una
mejor comprensión de los procesos que deben haber dado lugar al Big Bang. La
teoría inflacionaria, formulada en la década de 1980, resuelve dificultades
importantes en el planteamiento original de Gamow al incorporar avances
recientes en la física de las partículas elementales. Estas teorías también han
conducido a especulaciones tan osadas como la posibilidad de una infinidad de
universos producidos de acuerdo con el modelo inflacionario.
Sin
embargo, la mayoría de los cosmólogos se preocupa más de localizar el paradero
de la materia oscura, mientras que una minoría, encabezada por el sueco
HannesAlfvén, premio Nobel de Física, mantienen la idea de que no sólo la
gravedad sino también los fenómenos del plasma, tienen la clave para comprender
la estructura y la evolución del Universo.
Teoría de la arcilla
Graham Cairns-Smith, de la universidad de Glasgow, presentó una hipótesis sobre el origen de la vida en 1985 basada en la arcilla y fue adoptada como una ilustración plausible por solo unos pocos científicos (incluyendo a Richard Dawkins). La teoría de la arcilla postula que las moléculas orgánicas complejas crecieron gradualmente en una plataforma de replicación no orgánica preexistente -cristales de silicato en disolución-. La complejidad de las moléculas acompañantes que se desarrollaba como una función de las presiones de selección en tipos de cristales de arcilla es entonces extraída para servir a la replicación de moléculas orgánicas independientemente de su "pista de despegue" en su silicato.
Cairns-Smith
es un firme crítico de otros modelos de evolución química. No obstante, él
admite que, como muchos modelos del origen de la vida, el suyo también tiene
defectos (Horgan 1991). Es verdaderamente, "sacar la vida debajo de las
piedras".
PeggyRigou
del Instituto Nacional de Investigación Agronómica de EE. UU. (INRA), en Jouy-en-Josas,
Francia, publicó en la edición del 11 de febrero de Science News que los
priones son capaces de unirse a partículas de arcilla y abandonar estas
partículas cuando la arcilla se carga negativamente. Mientras no se hace
ninguna referencia en el apartado de implicaciones para las teorías del origen
de la vida, esta investigación podría sugerir que los priones son una ruta
probable hacia las primeras moléculas reproductoras. En 2007, Kahr y
colaboradores publicaron sus experimentos que examinan la idea de que los
cristales pueden actuar como una fuente de información transferible, usando
cristales de ftalato de potasio hidrogenado.
Los
cristales "Madre" con imperfecciones fueron cortados y usados como
semillas para criar cristales "hijos" a partir de la disolución.
Entonces examinaron la distribución de las imperfecciones en el sistema
cristalino y encontraron que las imperfecciones de los cristales madre
realmente se reproducían en los hijos. Los cristales hijos tenían muchas
imperfecciones adicionales. Para una conducta paragenética las imperfecciones
adicionales deberían ser mucho menores que las de los padres, y de ahí que Kahr
concluya que los cristales "No eran lo suficientemente fieles como para
almacenar información de una generación a la siguiente".
Teoría
de la generación espontánea o abiogénesis.
“Esta hipótesis
plantea la idea de que la materia no viviente puede originar vida por sí
misma”.
Aristóteles
pensaba que algunas porciones de materia contienen un "principio
activo" y que gracias a él y a ciertas condiciones adecuadas podían
producir un ser vivo. Este principio activo se compara con el concepto de
energía, la cual se considera como una capacidad para la acción. Según
Aristóteles, el huevo poseía ese principio activo, el cual dirigir una serie de
eventos que podía originar la vida, por lo que el huevo de la gallina tenía un
principio activo que lo convertía en pollo, el huevo de pez lo convertía en
pez, y así sucesivamente. También se creyó que la basura o elementos
en descomposición podían producir organismos vivos, cuando actualmente se sabe
que los gusanos que se desarrollan en la basura son larvas de insectos.
Esta
hipótesis fue aceptada durante muchos años y se hicieron investigaciones
alrededor de esta teoría con el fin de comprobarla. Uno de los científicos que
realizó experimentos para comprobar esta hipótesis fue Jean Baptiste Van
Helmont, quien vivió en el siglo XVII. quien realizó un experimento con el cual
se podían, supuestamente, obtener ratones y consistía en colocar una camisa
sucia y granos de trigo por veintiún días, lo que daba como resultado algunos
roedores. El error de este experimento fue que Van Helmont sólo consideró su
resultado y no tomo en cuenta los agentes externos que pudieron afectar el
procedimiento de dicha investigación. Si este científico hubiese realizado un
experimento controlado en donde hubiese colocado la camisa y el trigo en una
caja completamente sellada, el resultado podría haber sido diferente y se
hubiese comprobado que lo ratones no se originaron espontáneamente sino que
provenían del exterior.
Platón
o Aristóteles creyeron en
la generación espontánea, y aceptaron la aparición de formas inferiores
de vida a partir de “materia no viva”. Se basaban en la
observación natural de la carne en descomposición, de la que al cabo de unos
días, surgían gusanos e insectos.
Francesco
Redí (1626-1698) fue un médico
italiano que se opuso a la teoría de la generación espontánea y demostró que en
realidad esos gusanos que aparecían, eran las larvas de moscas que habían
depositado sus huevos previamente. Para demostrar su teoría, en 1668 diseñó
unos sencillos experimentos, que consistieron en colocar pequeños trozos de
carne dentro de recipientes cubiertos con gasa y otros trozos en recipientes descubiertos,
para que sirvieran como “testigo”. Unos días después, la carne que quedó al
descubierto tenía gusanos, mientras que la carne protegida no los tenía.
Además, sobre la gasa que cubría los frascos se encontraron los huevecillos de
las moscas, que no pudieron atravesarla.
En
la misma época, Anton Van Leeuwenhoek (1632-1723), un
comerciante holandés con una gran afición por pulir lentes, estaba construyendo
los mejores microscopios de su época, y realizó las primeras observaciones
reconocidas de microorganismos, a los que él denominaba “animáculos”.
En
1745, el clérigo inglés John T. Needham (1713-1781), un
investigador vitalista intentó, a pesar de los resultados obtenidos por Redi,
demostrar la veracidad de la generación espontánea. Para ello realizó unos
experimentos que consistieron en hervir caldos nutritivos durante dos minutos,
para destruir los microorganismos que en ellos hubiera (ese tiempo de
ebullición no es suficiente para matar a todos los microorganismos). A los
pocos días volvían a aparecer pequeños microorganismos que, por tanto, debían
haberse creado “espontáneamente”.
Lázaro
Spallanzani (1726-1799), un
naturalista italiano, no aceptó las conclusiones de Needham. En 1765 preparó
”caldos” en distintas vasijas de cristal con boca alargada (similar a un matraz
aforado) y los sometió a ebullición prolongada. Unas vasijas las dejó abiertas,
mientras que otras las tapó herméticamente. Cuando calentaba un caldo en un
frasco abierto, se observaba que al cabo de un tiempo aparecían microorganismos,
mientras que cuando lo hacía en frascos cerrados, éstos no aparecían.
Los
resultados de Spallanzani no convencieron a Needham y sus partidarios, quienes
alegaron que el calor excesivo destruía la vida y que los resultados de
Spallanzani, únicamente demostraban que la vida se encontraba en el aire y que
sin él no podía surgir (en los experimentos de Needham, los matraces estaban
abiertos). Spallanzani repitió el experimento, hirviendo durante dos
horas sus caldos, pero cometió el error de dejarlos semi-tapados como
Needham acostumbraba a hacer, por lo que al observarlos después de unos días
encontró que todos los caldos se habían contaminado con microorganismos que
procedían del aire. Al considerarse que las pruebas no eran concluyentes, el
problema quedo sin decidirse otros 100 años, en los que la controversia
continuó, hasta que en 1859, la “Academia francesa de Ciencias” ofreció un
premio a quien pudiera demostrar, con suficientes pruebas, si existía o no la
generación espontánea.
El
premio lo ganó Louis Pasteur (1822-1895) quien a pesar de su
juventud, en aquella época ya era un reconocido químico-biólogo. Mediante una
serie de serie de sencillos pero ingeniosos experimentos, obtuvo unos
resultados irrefutables, que derrumbaron una idea (la “generación
espontánea") que había durado casi 2.500 años. A partir de entonces se
considera indiscutible que todo ser vivo procede de otro (Omnevivum ex vivo), un principio
científico que sentó las bases de la teoría germinal de las
enfermedades y que significó un cambio conceptual sobre los seres
vivos y el inicio de laBacteriología moderna.
Teoría
Celular
La primera aportación a esta teoría se atribuye al
inglés Robert Hooke (1635-1703). Fue en el año 1665 cuando este científico
realizó cortes muy delgados de tejido de corcho y, mediante observación
microscópica se percató de que estaban formados por una gran cantidad de
pequeños espacios a los que llamó celdillas o células. De igual manera la idea
de la célula como unidad biológica nació en el siglo XVII gracias a las
aportaciones de varios científicos, entre ellos el holandés Anton van
Leeuwenhoek (1632-1723) autodidacta y constructor de sus propios microscopios,
que lograban amplificar las imágenes unas 300 veces, lo cual contribuyó
ampliamente a que pudiera observar células que poseían movimiento en agua, ya
fuera en el sarro de sus dietes o en semen.
Posteriormente en 1831 el escocés Robert
Brown (1773-1858) describió un corpúsculo constante en todas las
células, al que llamó núcleo. Por otra parte, en Inglaterra, Joseph
Lister (1827-1912) creó un microscopio de doble lente, mucho más potente con lo
cual pudo ser posible que se realizaran observaciones más precisas en las
células.
Basándose en los estudios que se sacaban de
mencionar los alemanesMatthias Jakob Schleiden (1804 - 1881)
y Theodor Schwann (1810 – 1882) propusieron en 1839 los
primeros dos principios de la teoría celular.
Postulados básicos de la teoría celular.
1. Unidad
de estructura. La célula es la unidad anatómica o estructural de los
seres vivos, porque se dice que todos los seres vivos están formados por al
menos una célula.
2. Unidad
de función. La célula es la unidad fisiológica o de función de los
seres vivos, porque cada célula lleva a cabo funciones propias de un ser vivo
(nutrición, crecimiento, reproducción y muerte) y especificas (las funciones
que corresponden a un tejido).
3. Unidad
de origen. Toda célula proviene de otra, semejante ya existente.
Este postulado puso final a la teoría de la generación
espontánea, ya que demostró que cada célula porta en sus genes las
características hereditarias de su estirpe.
La autoría de este postulado, fue adjudicado
durante mucho tiempo al alemánRudolf Virchow (1821-1902); sin
embargo, estudios históricos recientes demuestran que el cinetífico
germano-polaco Robert Remark (1815 – 1865).
Teoría de la evolución química y celular.
Mantiene
que la vida apareció, a partir de materia inerte, en un momento en el que las
condiciones de la tierra eran muy distintas a las actuales y se divide en tres.
Evolución
química.
Evolución
prebiótica.
Evolución
biológica.
La
primera teoría coherente que explicaba el origen de la vida la propuso en 1924
el bioquímico ruso Alexander Oparin. Se basaba en el conocimiento de las
condiciones físico-químicas que reinaban en la Tierra hace 3.000 a 4.000
millones de años. Oparin postuló que, gracias a la energía aportada
primordialmente por la radiación ultravioleta procedente del Sol y a las
descargas eléctricas de las constantes tormentas, las pequeñas moléculas de los
gases atmosféricos (H2O, CH4, NH3) dieron lugar a unas moléculas orgánicas
llamadas prebióticas. Estas moléculas, cada vez más complejas, eran aminoácidos
(elementos constituyentes de las proteínas) y ácidos nucleicos. Según Oparin,
estas primeras moléculas quedarían atrapadas en las charcas de aguas poco
profundas formadas en el litoral del océano primitivo. Al concentrarse,
continuaron evolucionando y diversificándose.
Esta
hipótesis inspiró las experiencias realizadas a principios de la década de 1950
por el estadounidense Stanley Miller, quien recreó en un balón de vidrio la
supuesta atmósfera terrestre de hace unos 4.000 millones de años (es decir, una
mezcla de CH4, NH3, H, H2S y vapor de agua). Sometió la mezcla a descargas
eléctricas de 60.000 V que simulaban tormentas. Después de apenas una semana,
Miller identificó en el balón varios compuestos orgánicos, en particular
diversos aminoácidos, urea, ácido acético, formol, ácido cianhídrico (véaseCianuro de hidrógeno) y hasta
azúcares, lípidos y alcoholes, moléculas complejas similares a aquellas cuya
existencia había postulado Oparin.
Estas
experiencias fueron retomadas por investigadores franceses que demostraron en
1980 que el medio más favorable para la formación de tales moléculas es una
mezcla de metano, nitrógeno y vapor de agua.
Con
excepción del agua, este medio se acerca mucho al de Titán, un gran satélite de
Saturno en el que los especialistas de la NASA consideran que podría haber (o
en el que podrían aparecer) formas rudimentarias de vida.
La teoría de la evolución
La teoría de
la evolución, formulada por Charles Darwin, sostiene que las especies evolucionan y cambian a lo
largo de los siglos obligados por la supervivencia. En la práctica, esto
significa que a los Mamuts se les cae el pelo y se convierten en elefantes, que los monos se ponen en dos patas, se
vuelven cabezones y se convierten en personas y que los tocadiscos
encogen, pierden las agujas y los altavoces y se transforman enipods. La
evolución también implica que en el futuro tendremos la cabeza grande como un
huevo de avestruz y nos quedaremos calvos a los cinco años.
La teoría de la evolución de Darwin se
considera, con justicia, como
el mayor principio unificador de la biología. Darwin no fue el primero en proponer
una teoría de la evolución, pero fue el primero que describió un mecanismo
válido por el cual podría ocurrir. Su teoría difería de teorías previas en que él imaginaba a la
evolución como un proceso doble, que dependía: 1) de la existencia de
variaciones heredables entre los organismos, y 2) del proceso de selección natural
por el cual algunos organismos, en virtud de sus variaciones heredables,
dejaban más progenie que otros.
Existen numerosas evidencias que ponen
de manifiesto la existencia del proceso evolutivo. Distinguiendo el campo del
que provienen, pueden reconocerse cinco fuentes de evidencia: la observación directa, la biogeografía, el registro
fósil, el estudio de las homologías y la imperfección de la adaptación.
Desde la época de Darwin, se ha
acumulado una gran cantidad de nuevas evidencias en todas estas categorías,
particularmente en los niveles celular, subcelular y molecular, que destacan la
unidad histórica de todos los organismos vivos. Una debilidad central de la
teoría de Darwin, que permaneció sin resolver durante muchos años, fue la
ausencia de un mecanismo válido para explicar la herencia.
En la década de 1930, el trabajo de muchos científicos se plasmó en la
Teoría Sintética de la evolución, que combina los principios de la genética mendeliana con la teoría darwiniana.
La Teoría Sintética ha proporcionado -y continúa proporcionando- el fundamento
del trabajo de los biólogos en sus intentos por
desentrañar los detalles de la historia de la vida.
Todas las especies de
organismos tienen su origen en un proceso de evolución biológica. Durante este
proceso van surgiendo nuevas especies a causa de una serie de cambios
naturales. En los animales que se reproducen sexualmente,
incluido el ser humano, el término especie se refiere a un grupo cuyos miembros adultos se aparean de forma regular dando
lugar a una descendencia fértil, es decir, vástagos que, a su vez, son capaces
de reproducirse. Los científicos clasifican cada especie mediante un nombre
científico único de dos términos.
El mecanismo del cambio
evolutivo reside en los genes, las unidades básicas hereditarias. Los genes
determinan el desarrollo del cuerpo y de la conducta de un determinado organismo durante su
vida. La información contenida en los genes puede variar y
este proceso es conocido como mutación. La forma en que determinados genes se
expresan —cómo afectan al cuerpo o al comportamiento de un organismo— también
puede variar. Con el transcurso del tiempo, el cambio genético puede modificar
un aspecto principal de la vida de una especie como, por ejemplo, su alimentación, su crecimiento o sus condiciones de
habitabilidad.
Los cambios genéticos pueden
mejorar la capacidad de los organismos para sobrevivir, reproducirse y, en
animales, criar a su descendencia. Este proceso se denomina adaptación. Los
progenitores transmiten mutaciones genéticas adaptativas a su descendencia y
finalmente estos cambios se generalizan en una población —un grupo de organismos de la misma
especie que comparten un hábitat local particular. Existen numerosos
factores que pueden favorecer nuevas adaptaciones, pero los cambios del entorno
desempeñan a menudo un papel importante. Las antiguas especies de homínidos se
fueron adaptando a nuevos entornos a medida que sus genes iban mutando,
modificando así su anatomía (estructura corporal), fisiología (procesos físicos y químicos tales
como la digestión) y comportamiento. A lo largo de grandes periodos de tiempo
esta evolución fue modificando profundamente al ser humano y a su forma de
vida.
Los científicos estiman que
la línea de los homínidos comenzó a separarse de la de los simios africanos
hace unos 10 o 5 millones de años. Esta cifra se ha fijado comparando las
diferencias entre el mapa genético del género humano y el de los simios, y
calculando a continuación el tiempo probable que pudieron tardar en
desarrollarse estas diferencias. Utilizando técnicas similares y comparando las variaciones
genéticas entre las poblaciones humanas en todo el mundo, los científicos han
llegado a la conclusión de que los hombres tal vez compartieron unos
antepasados genéticos comunes que vivieron hace unos 290.000 - 130.000 años.
Teoría de los Principios
Simples
La teoría de los principios simples señala que la
vida en la Tierra comenzó a desarrollarse de formas simples y no tan complejas
como las del ARN. Así, la vida habría surgido a partir de moléculas mucho más
pequeñas que interactuaban entre ellas mediante ciclos de reacción. Según la
teoría, estas moléculas habrían de encontrarse en pequeñas y simples cápsulas
semejantes a membranas celulares que con el paso del tiempo fueron volviéndose cada
vez más complejas.
Teoría del Mundo de ARN
La teoría del mundo de ARN sugiere que el ARN
podría ser esta molécula. Posteriormente evolucionaría para crear una membrana
celular a su alrededor y ser así la primera célula procariota. Aunque esta
hipótesis se encuentra debatida, las propiedades del ARN sugieren esta
posibilidad:
La capacidad de la auto duplicación o de duplicar
otras moléculas de ARN. En el laboratorio se han generado moléculas de ARN
relativamente cortas (pocos cientos de bases) con capacidad de replicarse a sí
mismas con una alta probabilidad.
La capacidad de catalizar reacciones químicas
sencillas, que permiten modificar el entorno para aumentar la capacidad de
replicación de los monómeros del ARN.
Ciertas moléculas (conocidas como cofactores) que
aparecen en las células modernas llevan adheridos nucleótidos de ARN sin
función aparente. Los defensores de la hipótesis del mundo de ARN consideran
estos nucleótidos como “fósiles moleculares”, restos de un pasado en el que
todas las reacciones eran catalizadas por el ARN.
Una variación de la hipótesis del mundo de ARN
propone que un tipo diferente de ácido nucleico “pre-ARN” sería el primero en
surgir como molécula auto reproductora, para ser reemplazado posteriormente por
el ARN. Sin embargo el ARN también tiene sus desventajas como candidato, siendo
la principal su inestabilidad química, acentuada por su sensibilidad a la
radiación ultravioleta.
Teoría Glaciar
La teoría glacial sugiere que hace unos 3700
millones de años atrás, la Tierra entera estaba cubierta de hielo, ya que la
superficie de los océanos se había congelado a consecuencia de la luminosidad
del Sol, prácticamente un tercio menor de lo que es ahora. Esa amplia capa de
hielo, seguramente de varios cientos de metros de espesor, sirvió para proteger
a los más frágiles compuestos orgánicos de la luz ultravioleta, así como
también de cualquier otra amenaza exterior. Ese resguardo, oscuro y frío,
también habría ayudado a que las moléculas resistieran más y tuvieran más
posibilidades de desarrollar reacciones eficaces importantes para la aparición
de la vida.
La tierra estaba sometida a temperaturas de -50
grados Celsius y es denominada una teoría paleo climática, después del evento
los organismos multicelulares aparecieron en la tierra. Las cuales fueron
protozoos, metazoos, algas, cianobacterias.
Teoría de Fuente
Hidrotermal
La teoría de los respiradores o de ventilación de
aguas profundas, comúnmente se conoce como la teoría de fuente hidrotermal y
sugiere que la vida podría haber comenzado a partir de aberturas submarinas o
respiradores hidrotermales debajo del mar, desprendiendo moléculas ricas en
hidrógeno que fueron clave para el surgimiento de la vida en la Tierra. Los
calientes rincones rocosos de este tipo de formaciones habrían de tener grandes
concentraciones de este tipo de moléculas y proporcionar los catalizadores
minerales necesarios para las reacciones críticas. De hecho, en la actualidad,
este tipo de formaciones submarinas, ricas en energía química y térmica, mantienen
con vida a ecosistemas completos bajo agua.
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